La introversión en el mundo de la publicidad

Marlyn Contreras
3 min readSep 11, 2020
Cholas con medias

Aceptar mi yo creativa ha sido una lucha personal y constante. Desde que estudié publicidad el «llamado creativo» siempre estuvo detrás de mí y, vale decir que terminé creyéndome el cuento. Luego de graduarme, me fui por el camino oscuro y comencé a trabajar como community manager y después como redactora creativa en agencias de publicidad. Al poco tiempo, comencé a recibir buenos comentarios sobre mis conceptos, campañas y copies; me sentía realmente creativa — ¿pero era realmente creativa? — .

El síndrome del impostor apareció… I suppose.

Al mismo tiempo que el impostor llegó a mi proceso creativo, seguí explorando esto de ser redactora creativa. Amé sentirme inspirada con lo que me gustaba: el arte, el cine, la música, la literatura, las manualidades, la fotografía, los museos y mucho café — obviamente… siempre había café — , pero la publicidad se estaba convirtiendo en un hábito que perdía encanto. Sí, en gran parte era un trabajo “creativo” para satisfacer a los demás. Es parte de trabajar en una agencia de publicidad.

También comencé a sentir más ansiedad de lo normal. El entorno publicitario resultó ser ingrato y chocaba bastante con mi personalidad, lejos de la extroversión. Me topé con personas que no entendían cómo considerándome «creativa», no era de las que se inventaba en segundos un concepto en una reunión de brainstorming con el cliente o no les sacaba “una idea rapidita ahí”.

El mundo creativo de la publicidad me resultó tóxico, y decir esto es bastante redundante: si no te inspiras con sustancias psicotrópicas o alcohol es difícil encontrar tu musa creativa — no tengo nada en contra pero no me gusta, pues— ; las mejores ideas llegan a altas horas de la noche; agencia buena es aquella que se quema las pestañas por conseguir ese premio internacional porque hay que tenerlo de adorno en la entrada de la oficina.

Si usted trabaja en publicidad y no ha escuchado o visto algo de lo anterior… le quiero dar un abrazo.

Horas extras no pagadas, ideas que terminaron siendo un Frankenstein, proyectos que quedaron a medias, copies que engañaron a mucha gente, vendidas de almas con clientes y egos hinchados de otros, a costa de mis inseguridades. Sin embargo, no todo fue deprimente durante los 5 años que trabajé en publicidad: conocí a mi pareja e hice amistades que aún conservo.

Fue una escuela con todas sus experiencias, pero que construyeron lo que soy hoy como profesional y como persona (una todavía lejos de ser extrovertida). Pero aprendí a querer y a aceptar mi freakness, mi forma de trabajo: creativa, estructurada, organizada, que adora la autogestión y donde se me da eso del pensamiento estratégico.

Me costó años descubrir que la creatividad tiene su método y eso no nos hace menos inventivos. ¿Qué eso no funciona en todos los ambientes creativos? Pues entonces no es el lugar correcto para mi.

Hace 5 años trabajo en comunicaciones internas. No está muy alejado de la publicidad, aunque aún, sigo siendo «la creativa» del equipo; es un ambiente bastante corporativo y las cosas no siempre resultan como uno quiere. ¿Y si me hace feliz o no haber salido de la publicidad? Me siento tranquila por no haber forzado el camino, que por muchos años añoraba, de ser directora creativa en un entorno que no valora una personalidad introvertida. Me gusta mi introversión, la acepto y la disfruto. Es mi mejor valor como creativa.

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Marlyn Contreras

Writing and breathing coffee. Also, my awkward thoughts.